Una pequeña lección de cosas
Lo que resulta lamentable en la crisis marroquí-española es que los españoles se hacen pasar torpemente por víctimas de una situación de crisis de la que no son responsables. ¡Esto es ridículo!
Reciben, por razones humanitarias, dicen, a un criminal de guerra -Brahim Ghali, jefe de un Polisario en guerra contra Marruecos- que actúa en nombre de Argelia para atentar contra la integridad territorial de Marruecos, y que además ha sido solicitado por sus propios tribunales. Esto es bastante excepcional.
Con la complicidad de Argelia, se hace venir al criminal de guerra en cuestión con un real-falso pasaporte argelino con nombre de Mohamed Ben Batouche, se instala en el hospital de Logroño y se espera que el secreto sea bien guardado, sobre todo de los marroquíes. Esto es una ingenuidad asombrosa.
Nuestros amigos españoles deberían al menos explicarnos la inteligencia de esta estrategia. Su pertinencia geopolítica. Su sutileza diplomática. Su quintaesencia en términos de asociación, amistad e intereses bien entendidos.
Ya que estamos calculando los intereses que empujan a unos y otros a actuar con frialdad -una auténtica traición en lo que a nosotros se refiere-, ¿valen la pena los contratos de gas españoles con un régimen militar argelino moribundo para desestabilizar de manera duradera el Mediterráneo occidental y lanzar a esta región a una incógnita explosiva?
¿Es tan insignificante la cantidad -como dicen nuestros amigos ibéricos- de las relaciones securitarias entre Marruecos y España como para darla por perdida y dejarla en segundo plano a fin de acoger a Mohamed Ben Batouche? Hay que encontrar al estratega emérito al que se le ocurrió esta idea para concederle la medalla de idiota útil del año. Es lamentable.
¡Vamos al grano! Se supone que somos los cuidadosos gendarmes de la emigración clandestina, los socios leales en la lucha contra el terrorismo, los socios económicos entusiastas que, voluntariamente, han puesto a España al frente de nuestros clientes-proveedores en 20 años, los vecinos atentos y comprensivos con un hecho colonial incongruente en el siglo XXI, un hecho desfasado que excita a las facciones más retrógradas de la extrema derecha española a la extrema izquierda.
Pero, ¿qué esperan de Marruecos? Ser un Estado sin carisma, sin legitimidad, sin intereses, sin orgullo nacional ni historia. Decir sí a Madrid y sus ridículas mentiras, decir sí a Bruselas y sus subvenciones, decir sí a Berlín y su complejo neocolonial abortado y luego ¿qué?
Está claro que hay un error en toda la línea. Ha llegado el momento de la aclaración, especialmente tras el reconocimiento por parte de EEUU de la plena soberanía de Marruecos sobre su Sáhara. ¿Qué vais a hacer?
¿Alinearse con los Estados Unidos y dar una oportunidad a la paz en la región? ¿O seguir jugando unos contra otros manteniendo al Magreb -su peor pesadilla si está unido- en el servilismo, la división estéril y los falsos antagonismos? ¿Vais a apoyar la solución de la autonomía bajo soberanía marroquí, como a veces hacéis creer, si tan irresponsable les parece la idea de crear un sexto «Estado fallido» en la región bajo dominio argelino? ¿Qué vais a hacer, contadnos?
La nueva realidad geopolítica impone o bien una reformulación responsable y pragmática de las alianzas y relaciones estratégicas con nuestros socios tradicionales o, sin rodeos, los errores españoles empujando hacia eso, cambiar de socios y construir nuevas alianzas más leales, más creíbles, menos mezcladas con el desprecio colonial del siglo XIX y, sobre todo, menos hipócritas.
La tierra de Dios es inmensa. Y Europa se está muriendo. Ni cohesión económica y financiera. Ni capacidad para proteger realmente sus fronteras, ni en el Este ni en el Oeste. Ningún ejército capaz de asumir un reto o imponer valores. Una ampliación calamitosa que acabó con el sueño de los padres fundadores. Estados miembros que reciben euros con cuentagotas sin tener conciencia de un destino compartido. Y desplantes pueriles hacia terceros países. Tu encanto está roto.
¡Esta Europa defiende solidariamente, en detrimento de sus valores fundacionales, la presencia ilegal de un criminal de guerra, buscado por la justicia en España, e hace caso omiso de los casos humanitarios de millones de migrantes que se desplazan para sobrevivir! ¿De qué harina está hecho este humanismo?
Sí, la tierra de Dios es inmensa y si nuestro cara a cara con esta Europa desorientada, debilitada, atiborrada de sus euros y perdida en el siglo sin valores compartidos y sin un modelo gratificante ya no es asunto nuestro, por qué entonces insistir en vivir juntos.
Sería suicida que siguiéramos acompañando a gente que no es leal, que es hipócrita, mentirosa, que te apuñala por la espalda a la primera oportunidad, que es incapaz de construir una alianza estratégica equilibrada, basada en intereses bien entendidos. No hay nada que hacer. Ahora parece que este camino está bloqueado.
El asunto de Sebta es una vuelta a la realidad de una relación fantaseada. Es la intrusión de la realidad cotidiana en una construcción intelectual sórdida y falsa. Los actuales dirigentes de Madrid, en su demostrada incompetencia, ¡destruyen la relación hispano-marroquí por Mohamed Ben Batouche! – han olvidado los parámetros fundamentales que estructuran la relación de vecindad marroquí-española a largo plazo. El recuerdo de Sebta no les hace daño. Deberían volver rápidamente a la realpolitik y salir del equívoco «batouchiano» que ha ridiculizado al Ejecutivo, humillado al poder judicial y sumido al legislativo en la postración. En el pasado, los gobiernos de honor han dimitido por menos de eso. Pero este es el reino del amateurismo, el tiempo del honor ha terminado.
La construcción en abismo es perfecta cuando los españoles hablan de la integridad territorial de España cuando se trata de Sebta. Sus trémolos en sus voces son conmovedores. Y la fibra patriotera confunde. Incluso los más demócratas se implican en la defensa de una realidad colonial caricaturesca. Pero no importa. ¿Y la integridad territorial del Reino y su soberanía sobre sus provincias del sur? No hay paralelismo a la vista, ni similitudes, ni convergencia, ni acercamiento de ideas. La esquizofrenia es total. Lo que se aplica a uno, no se aplica al otro.
Las consecuencias de esta gran crisis política y diplomática serán sin duda múltiples y calamitosas. No sólo cancelan de hecho 15 años de progreso, entre los dos, para construir una sólida asociación bilateral, sino que abrirán la caja de Pandora con todos sus viejos demonios, sus viejas amarguras y viejos resentimientos. La actual alegría -infantil y contraproducente- de los partidos de ultraderecha en España es el mejor testimonio de que el pobre Gobierno de Pedro Sánchez choca el muro tocando el claxon.