TICAD-9: Cuando la intrusión separatista se convierte en humillación diplomática
Yokohama (Japón) – La novena Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo de África (TICAD-9), celebrada en Yokohama del 19 al 22 de agosto, se impuso como una prueba decisiva que puso de manifiesto el fracaso de las maniobras de los separatistas del «polisario».
Lo que debía ser un intento de infiltración se convirtió en una derrota diplomática que puso de manifiesto el creciente aislamiento de una entidad títere, cuya subsistencia depende únicamente del apoyo de sus tutores argelinos. En su calidad de anfitrión de la TICAD-9, Japón reservó sus invitaciones únicamente a los Estados africanos reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), relegando de hecho a los separatistas a la poco envidiable condición de gorrones indeseables. Tokio dejó clara su postura desde el principio: la TICAD es un foro reservado a los Estados soberanos, no a entidades ficticias. En este sentido, no se envió ninguna invitación, fuera oficial o oficiosa, a la pseudo ”rasd”. Los supuestos documentos de viaje de la entidad quimérica fueron rechazados sin más por las autoridades japonesas. Asimismo, el intento habitual de eludir las normas utilizando pasaportes argelinos se encontró con un no rotundo. No obstante, los separatistas albergaban la esperanza de guardar las apariencias una vez llegados al lugar, pero los hechos les devolvieron rápidamente a la realidad: no se les reservó ninguna recepción protocolaria al bajar del avión, ni se les prestó ninguna atención institucional, ni siquiera se les concedió una acreditación nominativa. Se les concedió una simple mención genérica “Unión Africana”, lo que acabó con cualquier intento de reconocimiento como entidad distinta. En definitiva, la presencia de los separatistas en el territorio japonés solo ha sido posible mediante un subterfugio a través de la Comisión de la Unión Africana. Por otra parte, Japón se empeñó en reafirmar, en tres ocasiones en dos días, su postura constante de no reconocimiento de la entidad quimérica, disipando así cualquier malentendido sobre su línea diplomática. El martes, con motivo de la reunión preparatoria de altos funcionarios previa a la TICAD-9, la diplomacia japonesa expresó sus reservas sobre la presencia de la entidad separatista. Tokio precisó que había declinado cualquier invitación directa a esta última, limitando sus convocatorias a “los países con los que Japón mantiene relaciones diplomáticas”, al tiempo que subrayó que “la Comisión de la Unión Africana había tomado la iniciativa de invitar a todos sus miembros”. El ministro de Asuntos Exteriores japonés, Iwaya Takeshi, reiteró esta posición ante la asamblea de jefes de Estado y de Gobierno africanos, reunida también el martes. Reafirmó sin ambages la doctrina constante de su país, a saber, que Japón no reconoce la pretendida “rasd”, no mantiene ninguna relación con ella y que la presencia de esta entidad en la TICAD-9 no puede interpretarse en ningún caso como una forma de reconocimiento. Luego, en la inauguración de la cumbre de la TICAD-9, el miércoles, Iwaya pronunció una declaración solemne en nombre de su Gobierno, en la que reafirmó que “la presencia de una entidad no reconocida por Japón como Estado no puede afectar a la posición de Japón con respecto al estatus de dicha entidad”. Esta triple afirmación japonesa, que suena como una tajante desaprobación para los separatistas y su patrocinador argelino, se inscribe en la continuidad de un apoyo, reiterado en numerosas ocasiones, al Plan marroquí de Autonomía, calificado por Tokio como “base realista para una solución duradera”. Esta posición se inscribe, sobre todo, en una dinámica internacional más amplia, en la que las grandes potencias mundiales, en particular Estados Unidos y varias naciones europeas, reconocen la soberanía marroquí sobre su Sáhara y consideran el Plan de Autonomía como la única solución viable a este conflicto regional. La intrusión del “polisario” en los asuntos de la Unión Africana se ha convertido así en un auténtico calvario, marcado por sucesivos reveses protocolarios y diplomáticos para el “polisario” y su protector argelino. Este revés sufrido por los separatistas refleja el agotamiento de una estrategia argelina que se empeña desde hace décadas en instrumentalizar las instancias internacionales con fines de política mezquina. La maniobra argelina, que pretendía crear la ilusión de un reconocimiento internacional, acabó produciendo el efecto contrario al poner de relieve la brecha existente entre el trato que las autoridades japonesas conceden a los Estados soberanos y el que reservan a una entidad desprovista de toda legitimidad. Por su parte, la diplomacia marroquí logró una hazaña notable al convertir esta intrusión en una manifestación pública de la marginación de los separatistas. De este modo, el Reino neutralizó el impacto de la participación de la supuesta “rasd”, convirtiendo lo que debía ser una victoria simbólica en una fuente de vergüenza para Argelia y sus secuaces. La TICAD-9 fue testimonio de la madurez de una diplomacia marroquí que privilegia la eficacia y los resultados concretos frente a los efectos del anuncio mediático. Confirmó la creciente adhesión de la comunidad internacional a la solución de autonomía bajo soberanía marroquí, considerada ahora como la única vía pragmática para resolver definitivamente este conflicto artificial que hipotecó demasiado tiempo el desarrollo del Magreb.
