Confrontación entre Hilale y el embajador argelino ante los No Alineados en Bakú

La sesión de clausura de la reunión ministerial del Movimiento de los Países No Alineados, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, se caracterizó por un intercambio de réplicas entre el Embajador Permanente de Marruecos ante las Naciones Unidas, Omar Hilale, y su homólogo argelino, Amar Bendjama, en presencia del ministro de Asuntos Exteriores de Argelia, Ahmed Attaf, que seguía la confrontación en una sala vecina.

El Representante Permanente de Argelia ha hecho uso en dos ocasiones de su derecho de respuesta para expresar su sorpresa por el discurso pronunciado el día anterior por Marruecos, con el pretexto de que ha atacado a su ministro y que éste no ha citado a Marruecos por su nombre, antes de verter en sus habituales diatribas sobre el Sáhara marroquí. En su respuesta, el Embajador Hilale tomó la sala como testigo para recordar que en ningún momento había pronunciado el nombre de Argelia en su discurso, a diferencia del ministro Attaf que abordó el Sáhara marroquí, que forma parte integrante del Reino, felicitando al embajador argelino por haberse reconocido en las insinuaciones subliminales de Marruecos y por haber recibido bien sus mensajes. Ha invocado irónicamente a este respecto el refrán: «el que se pica, come ajos», que corresponde perfectamente a la reacción del diplomático argelino. Asimismo, Hilale ha criticado el terrorismo intelectual de Argelia, que se arroga el derecho de decirlo todo y hacerlo todo, pero se ofende cuando Marruecos responde a sus falsedades, ilustrando sus palabras con ejemplos concretos y reveladores: el Ministro Attaf puede hablar de la Carta de las Naciones Unidas y de los principios de Bandung, pero no de Marruecos, cuando invoca los artículos de los principios de Bandung, en particular el primero sobre el respeto de los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, el segundo sobre el respeto de la soberanía y la integridad territorial de todos los Estados, el cuarto sobre la no intervención o no injerencia en los asuntos internos de otro país, el séptimo relativo a la abstención de toda agresión o de emplear la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier país y el octavo relativo al arreglo pacífico de los diferendos. Argelia puede invocar las resoluciones del Consejo de Seguridad, pero se irrita cuando Marruecos le recuerda su rechazo de esas mismas resoluciones. Argelia tiene toda la libertad de pedir la reanudación del proceso político únicamente con su proxy el «polisario», pero rechaza este llamamiento cuando Marruecos le recuerda su responsabilidad primordial en este diferendo y le pide que obedezca al Consejo de Seguridad, que la cita cinco veces en sus últimas resoluciones. Argelia puede vanagloriarse de ser el defensor celoso del derecho a la libre determinación en el Sáhara marroquí, pero se vuelve frenético cuando Marruecos alude a la reivindicación de este principio por las poblaciones kabilas. Desde hace medio siglo Argelia trata desesperadamente de socavar la integridad territorial del Reino de Marruecos, pero grita a la amenaza exterior cuando Marruecos menciona el menor tema que considera que atenta contra su propia integridad territorial. En respuesta a la acusación de que Marruecos está tratando de cambiar la denominación geográfica del Sáhara, el Embajador Hilale lamentó la ignorancia del representante argelino sobre la historia del Sáhara marroquí. Recordándole que estas provincias eran marroquíes durante siglos hasta la invasión española en 1884. Sus pueblos juraban lealtad al Sultán de Marruecos, como siguen haciendo desde su regreso a la Madre Patria. Precisándole que la lealtad, consagrada en el dictamen de la Corte Internacional de Justicia, es un juramento de fidelidad, lealtad y obediencia de la población hacia su soberano, que se remonta a varios siglos tanto en Europa como en Marruecos. Se sigue expresando como ocurrió recientemente con la investidura del Rey Carlos II del Reino Unido. Además, la denominación «española» surgió mucho después en relación con el ocupante español, incluso cuando Marruecos incluyó esta cuestión en el Comité de Descolonización de la ONU en 1963. El adjetivo «occidental» no se le unió hasta mucho más tarde. El diplomático recordó a su homólogo argelino que no hay «sáhara occidental» sino solamente el «sáhara marroquí», como se llamaba antes de su colonización, y conservará esta denominación geográfica original hasta el final de los tiempos. Le advertió que cada vez que hable del «Sáhara Occidental» debe esperar una reacción enérgica e inmediata de Marruecos. Hilale concluyó apostrofando el embajador argelino: «Para todos los marroquíes, la cuestión del Sáhara marroquí es una causa. Para vosotros es una agenda de adversidad, de hostilidad, de desestabilización no sólo de Marruecos sino de todo el Magreb». También, «es hora de que Argelia se rinda ante la evidencia del fiasco de su proyecto polisario, que es un fracaso político, humanitario y socioeconómico con las consecuencias de su coste financiero para su propio país, y geopolítica con la toma como rehén de la construcción del Gran Magreb Árabe desde hace tres décadas».