Elecciones del 8 de septiembre: Elecciones con múltiples apuestas para los partidos políticos

Aunque el año en curso sigue marcado por la crisis sanitaria y sus repercusiones socioeconómicas, así como por otros acontecimientos como el lanzamiento del proyecto de gran envergadura de la generalización de la protección social o el nuevo modelo de desarrollo, son las próximas elecciones las que puntúan la actividad de los actores partidistas y acaparan la atención de los analistas.

Así, a menos de un mes de las elecciones legislativas de 2021, la recomposición del paisaje partidista sigue en marcha, con los partidos del Gobierno y de la oposición buscando un nuevo discurso y un programa electoral movilizador.

«En estos momentos, la cuenta atrás para estas elecciones está en marcha y sus preparativos ya han comenzado. Y lógicamente, el microcosmos político marroquí ha entrado en el periodo preelectoral y los partidos deberían haber empezado ya a hablar de sus programas electorales. En este sentido, algunas formaciones ya han empezado a trabajar, otras todavía no tienen ofertas y propuestas políticas que deban estar en marcha durante estas elecciones», subraya el politólogo M’hammed Belarbi en una declaración a la MAP.

El periodo electoral para la renovación de los miembros de las dos cámaras del parlamento, los consejos comunales, provinciales y regionales y las cámaras profesionales es una oportunidad para que los actores partidistas promuevan la participación política y restauren la confianza de los ciudadanos en los partidos políticos para evitar una crisis de desafección general.

Más allá de los aspectos técnicos (inscripción en las listas, método de votación, cociente electoral, división) y de la naturaleza particular de las próximas elecciones, se plantean algunas cuestiones fundamentales. Por lo tanto, es posible preguntarse sobre lo que está en juego en estas elecciones para los principales partidos políticos.

«Además de las preocupaciones económica y social, que probablemente se agudicen en estos tiempos de pandemia, los partidos políticos se enfrentan a una crisis general de desconfianza. Por ello, en este contexto, marcado por el declive de su fuerza y de su papel de liderazgo en la sociedad, deben ser conscientes de que tienen la responsabilidad histórica de devolver a los ciudadanos la confianza en la política y ocupar así los espacios que les han sido constitucionalmente concedidos en materia de liderazgo y mediación», analiza Belarbi.

¿Cambiará la dinámica?

Si las últimas elecciones otorgaron al Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) y al Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM) la condición de formaciones punteras en el panorama político, el desgaste del poder gubernamental de uno y las tensiones internas del otro han propiciado la aparición de otros actores políticos que muestran ambiciones de primer orden y proponen a sus líderes como futuros dirigentes de la próxima coalición gubernamental.

Como es habitual, los votantes están llamados a elegir a los miembros de su parlamento. El partido del jefe de gobierno, Saad Dine El Otmani, mantiene la mayoría desde 2011. Por primera vez, los analistas se plantean la posibilidad de cambiar los grandes equilibrios partidistas.

Para entender la cuestión, es necesario un pequeño recordatorio. Hace cinco años, el PJD obtuvo el 27,88% de los votos (125 escaños), frente a algo menos del 21% del Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM) (102 escaños), el 10,68% del Partido Istiqlal (PI) (46 escaños) y el 9,37% de la Agrupación Nacional de Independientes (37 escaños), lo que le permitió presidir la coalición de gobierno.

Al hacerse con la presidencia del gobierno por segunda vez consecutiva, el PJD ha creado un precedente político cuyos efectos aún se dejan sentir: por un lado, el PAM estaba casi perdido en el desierto de la oposición y trata de recuperarse sin sus antiguos líderes; por otro, el PI sigue dividido entre el apoyo crítico y la oposición al gobierno.

Aunque el PJD afronta estas elecciones con la ambición de mantener su posición como primera fuerza política del país, los observadores creen que la dinámica ha cambiado y se preguntan qué puede poner en su haber para utilizarlo como palanca y fondo de amplificación para la próxima legislatura.

El académico y analista político Mustapha Sehimi se refiere en este contexto a varios factores acumulados que no permiten esperar cifras eufóricas como en 2011 o 2016. La primera de ellas es la profunda división dentro de la dirección de este partido, pero también entre sus cargos electos, sus cuadros, sus militantes y sus votantes.

Segunda fuerza política en el Parlamento con 96 diputados, el PAM es sin embargo el partido más desorientado desde las elecciones de 2016.

Para el politólogo, «incluso con la elección de un nuevo secretario general en febrero de 2020, persisten los problemas de liderazgo, coherencia ideológica, movilización de tropas y programa electoral. En tal situación, sólo la base sociológica del partido sigue siendo decisiva. El PAM se enfrenta, pues, a cuestiones existenciales difíciles de resolver incluso a medio plazo.

En resumen, a pesar de las observaciones realizadas, es difícil especular sobre el futuro electoral tanto del PJD como del PAM, y si ambos son capaces o no de repetir la hazaña de 2016. De hecho, todo dependerá de la existencia de otra oferta alternativa y creíble.

Esta cuestión de una tercera vía podría haber parecido incongruente hace cuatro o cinco años. Se plantea claramente hoy con esta nueva dinámica dentro del partido de la Agrupación Nacional de Independientes (RNI).

 La gran campaña nacional de reestructuración de las estructuras internas del partido y de comunicación con sus bases (100 ciudades, 100 días) parece haber dado sus frutos en la medida en que el Partido de la Paloma fue el primero en presentar su programa electoral.

En cuanto al Partido Istqlal, la unificación de las filas tras la elección de Nizar Baraka al frente del partido fue laboriosa; se acompañó de una actualización del referencial tradicional del partido con la toma en consideración de las grandes cuestiones nacionales, especialmente económicas y sociales.

Con un proyecto electoral claro y un líder indiscutible, el PI se ha convertido en el partido de la oposición más audible.

Paradójicamente, mientras que el partido se mostró conciliador con el gobierno al principio del mandato, la política considerada ultra-liberal llevada a cabo por éste pudo ayudar al líder de los istiqlalí a encontrar un espacio político entre un discurso de «justicia social» y la política gubernamental.

Para las formaciones políticas medianas y sobre todo pequeñas que fueron casi borradas del mapa en 2016 o que no pudieron formar grupo parlamentario por la falta de escaños recogidos, ven en estas elecciones una oportunidad para recuperarse.

Sobre las futuras alianzas, después de las elecciones de septiembre de 2021, todo es posible sobre el papel. En términos aritméticos, debe alcanzarse la mayoría absoluta en la Cámara de Representantes, es decir, 198 miembros y posiblemente más. La idea que prevalece es que la configuración de sus componentes debe ser mínima. Lo mejor sería cuatro partidos; más allá de eso (cinco o seis), la práctica institucional de los últimos diez años muestra la dificultad de garantizar la coordinación y la solidaridad, concluye Sehimi.