De Pinochet a Benbattouch: el ocaso de la justicia española
Entre Augusto Pinochet y el llamado Brahim Ghali, alias «Benbattouch», los puntos de similitud son sorprendentes. Excepto una y es fundamental. El primero fue un jefe de Estado. El segundo, un capo del régimen caqui verde de Argel, es un líder de mercenarios separatistas que declara la guerra a Marruecos y amenaza con desestabilizar la región.
Son dos personajes siniestros cuyas manos están manchadas con la sangre de inocentes.
Son dos hombres ávidos de poder cuyas locas aventuras comenzaron en el mismo año. En 1973, con unos meses de diferencia.
Los dos personajes intratables tuvieron que ser hospitalizados en Europa en el otoño de sus vidas. El primero en Gran Bretaña, el segundo en España.
Lo que les une aún más es el asombroso número de sus víctimas asesinadas, torturadas, violadas o simplemente desaparecidas.
El primero, que gobernó Chile entre 1973 y 1990, es responsable de 3.000 muertes, entre ellas la de un presidente elegido democráticamente al que derrocó en un sangriento golpe de Estado, utilizando aviones de combate para atacar el palacio presidencial.
El segundo es responsable del asesinato de al menos 300 civiles españoles durante la guerra del Sahara. Es responsable, con la complicidad de sus mentores en Argel, del desplazamiento de la población civil al inhóspito territorio de Lahmada, cerca de Tinduf.
Cientos de refugiados que tuvieron la mala suerte de desafiar su poder u oponerse a sus políticas fueron asesinados, arrojados a las mazmorras de Errachid y torturados hasta la muerte. Los que escaparon se exiliaron.
Tanto para Pinochet como para Benbattouch, la piedad y la compasión no tienen cabida. Para este último, violar a niñas indefensas era parte de su pasatiempo.
Los dos canallas se vieron envueltos en su pasado criminal tras décadas de impunidad.
Finalmente, ambos individuos fueron procesados ante la justicia española tras denuncias de sus víctimas.
Sin embargo, la comparación se detiene aquí porque en el caso de Pinochet, la justicia española, que se otorga a sí misma la jurisdicción universal en materia de derechos humanos, había ordenado la detención del dictador chileno cuando pisó el suelo británico en 1998.
La celeridad con la que la justicia española, que recibió las denuncias de las víctimas de Pinochet contrasta con la lentitud en su respuesta a las denuncias presentadas contra el famoso Benbattouch por crímenes contra la humanidad.
Esta actitud de la justicia española es cuando menos curiosa.
¿Por qué la justicia ibérica se otorga a sí misma la competencia universal, es decir, que puede actuar en todos los países del mundo cuando se trata de violaciones de los derechos humanos, pero no consigue actuar en territorio español?
¿Por qué, en el caso de Pinochet, la justicia española ha emitido una comisión rogatoria en tiempo récord, y da largas a la ejecución de una orden de detención en Logroño, donde se encuentra el llamado Brahim Ghali, sabiendo que los funcionarios judiciales tendrán que desplazarse unos 334 km desde Madrid para emitir una orden judicial?
¿La memoria y la dignidad de las víctimas chilenas de Pinochet tienen más valor a los ojos de la justicia española que la memoria y la dignidad de las víctimas españolas de Brahim Ghali?
Un principio de respuesta a estas preguntas podría ser el lapsus linguae cometido por la ministra española de Asuntos Exteriores, Arancha Laya, en una entrevista con el diario La Razón, al afirmar que la entrada de Benbattouch fue «discreta y no secreta».
La discreción que pretendía Madrid delataba, de hecho, un doble rasero odioso y grosero hacia un país vecino, al que España está unida por la historia, por enormes intereses y por una asociación estratégica pacientemente construida desde 2004 por gobiernos anteriores. Una asociación que el actual Ejecutivo español ha decidido sacrificar por oscuros intereses.
Un segundo intento de explicar la situación es que la justicia española está bajo el control del Gobierno en Madrid.
Al oler el olor a fuego en el Palacio de Santa Cruz (sede del Ministerio de Asuntos Exteriores español), la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, advirtió que si el llamado Brahim Ghali sale de España utilizando el mismo procedimiento engañoso empleado para entrar, la crisis no hará más que empeorar.
Es de esperar que el disparo de advertencia enviado desde Rabat sea bien recibido en Madrid.