Dos eminentes profesores japoneses defienden un enfoque racional y pacífico de la cuestión del Sáhara ante la Cuarta Comisión de la Asamblea General de la ONU

Naciones Unidas (Nueva York) – Dos voces japonesas, la de la profesora Kei Nakagawa y del profesor Shoji Matsumoto, se alzaron en la 4.ª Comisión de la Asamblea General de la ONU para invitar a la comunidad internacional a una mirada lúcida y desapasionada sobre la cuestión del Sáhara.
Su mensaje coincide: es hora de romper con los discursos ideológicos y las rutinas institucionales para reconocer la legitimidad democrática de los saharauis que participan en las instituciones marroquíes y situar la cuestión en su verdadero marco, el del Consejo de Seguridad, único facultado para garantizar su seguimiento. La legitimidad electoral frente al dogma ideológico La socióloga Kei Nakagawa, presidenta de la Universidad Hagoromo en Japón, se basa en su experiencia como observadora internacional en las elecciones marroquíes para recordar una evidencia que a menudo ocultada: la representación política auténtica se mide en las urnas, no en los eslóganes. Destaca que Marruecos ha consolidado un proceso electoral libre y regular reconocido por la comunidad internacional, mientras que la opción del referéndum, ya barajado, fue abandonado por falta de un censo creíble. Los saharauis, insiste, participan masivamente en las elecciones, especialmente en Dajla, y las mujeres desempeñan en las mismas un papel cada vez más importante como candidatas y electas. Estos signos de vitalidad democrática invalidan las pretensiones de un monopolio de representación del “polisario”, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de sus fundadores han optado por regresar a Marruecos y comprometerse en la senda de la unidad y el desarrollo. Según Nakagawa, la Iniciativa Marroquí de Autonomía parece, así, como la traducción más realista del derecho a la autodeterminación: una solución democrática, pacífica e inclusiva. El peso del derecho y la amenaza securitaria Por su parte, el jurista Shoji Matsumoto, presidente del Centro Internacional para el Estudio del Separatismo en Tokio, adopta un enfoque institucional y estratégico, estimando que mantener el Sáhara en el orden del día de la Cuarta Comisión de la Asamblea General de la ONU es ya un anacronismo. Desde el punto de vista jurídico, recuerda, la retirada de España en 1975 puso fin a la presencia colonial, y “Marruecos, al reintegrar un territorio históricamente suyo, actúa como un Estado poscolonial, no como una potencia ocupante”. En el plano político, denuncia una duplicación inútil entre la Cuarta Comisión y el Consejo de Seguridad, fuente de incoherencia y despilfarro. Pero Matsumoto advierte sobre todo de un problema más grave relacionado con la seguridad. Basándose en informes de inteligencia japoneses (2011, 2013, 2014) y en los trágicos acontecimientos de In Amenas en Argelia, evoca las conexiones entre ciertos elementos del “polisario” y las redes terroristas que operan en el Sahel. Según él, esta situación transforma un antiguo diferendo de descolonización en un problema de seguridad mundial que amenaza la estabilidad del Magreb, el Sahel y más allá.Por lo tanto, concluye, el debate ya no se refiere al pasado colonial, sino a la seguridad colectiva: es necesario reenfocar la discusión en el Consejo de Seguridad para evitar la politización y favorecer una solución realista, duradera y acorde con la paz regional. Hacia una nueva lectura de la cuestión del Sáhara Las intervenciones conjuntas de los profesores Nakagawa y Matsumoto esbozan un nuevo paradigma diplomático: el de un Sáhara visto ya no como un símbolo ideológico, sino como un espacio humano, institucional y geopolítico. Su enfoque ilustra la postura de Japón: rigurosa, legalista y preocupada por la estabilidad internacional. Llamando a superar la lógica de la confrontación y reconocer la realidad democrática sobre el terreno, estos investigadores invitan a las Naciones Unidas a optar por la razón: la de una solución política basada en la legitimidad electoral, la seguridad regional y la coherencia institucional.
