Colombia: miopía política o ceguera ideológica

Los líderes de la nueva izquierda en Colombia, agrupada en el Pacto histórico que llevó a Gustavo Petro al poder, acaba de mostrar una falta de discernimiento sorprendente al decidir desenterrar un comunicado que data de 1985 para justificar su decisión de reconocer una entidad ficticia empantanada en las arenas de Lahmada al sur de Argelia.

En un momento en que los 11 millones de colombianos que votaron por Petro con la esperanza de cambiar su vida, mejorar sus condiciones de vida y curar heridas de un conflicto civil que dura más de seis décadas, el gobierno instalado el pasado domingo parece más bien preocupado por otro diferendo que se desarrolla a miles de kilómetros de Colombia y que no afecta, ni de cerca ni de lejos, la realidad geopolítica de este país sudamericano.

Como un reflejo pavloviano incurable, la primera decisión de política exterior de Petro es reconocer una supuesta república que ha elegido domicilio en el sur de Argelia, y que hace comercio de los sufrimientos de los secuestrados en los campamentos de Tinduf.

Ni la guerra civil que causa decenas de muertos cada mes en su propio país, ni la delicada situación económica con una inflación galopante de dos dígitos, ni la ruptura de las relaciones diplomáticas con el vecino venezolano parecen atormentar al nuevo presidente. No! de ninguna manera!

Para él, la prioridad número uno ha sido la reanudación inmediata de las relaciones diplomáticas con un movimiento armado en el norte de África, apoyado por un país belicoso, cuyo objetivo es amputar a Marruecos de una parte de su territorio.

Todo esto no parece tener ninguna lógica. ¿Por qué entonces tanta prisa? ¿Por qué un jefe de estado recién investido decide anunciar él mismo una iniciativa así? ¿Por qué el primer comunicado del Departamento de Relaciones Exteriores de Colombia bajo el mandato de Petro se refiere a un asunto ajeno a las preocupaciones inmediatas de los colombianos?

La respuesta es que se trata de una decisión atemporal dictada por una ideología de izquierdas que ha acumulado ciegamente fracasos desde la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría. Pero Gustavo Petro parece ignorar que la Guerra Fría ha terminado, que el Muro de Berlín ha caído y que el Mundo ha cambiado desde sus años de guerrillero dentro del movimiento del 19 de abril (socialbolivariano).

Alguien debería recordarle que en Colombia la situación también ha cambiado desde que él mismo decidió deponer las armas y comprometerse en un proceso político que le permitió ser sucesivamente diputado, alcalde de Bogotá y finalmente presidente de Colombia tras dos intentos fallidos en 2014 y 2018.

También se le debería recordar que el polisario fue derrotado en los planos militar y político y que sus principales ejecutivos regresaron a Marruecos para participar en la obra de la construcción nacional.

También se le debería recordar a él y a sus amigos de la guerrilla de las FARC que lo llevaron a cometer este acto funesto, que la independencia de ese territorio es una quimera del pasado y que las Naciones Unidas han concluido que la opción del referéndum en el Sáhara no es posible por razones conocidas por todos los diplomáticos del mundo, incluidos los colombianos.

Mejor aún, las Naciones Unidas han reiterado en numerosas ocasiones que la autonomía propuesta por Marruecos es la mejor opción política, seria y creíble que puede cerrar definitivamente este expediente.

Por último, se le debería recordar que Marruecos nunca será como Colombia, un país minado por un conflicto armado del que él mismo formó parte, y que merece que su élite se ocupe seriamente de ello en lugar de intentar reavivar un diferendo en vías de solución y dar falsas esperanzas a espíritus extraviados en las inhóspitas extensiones de Lahmada. Mentes tan estrechas que piensan que un comunicado de tres líneas, aparecido en Colombia, iba a afectar la marcha de la historia milenaria de Marruecos.