El Polisario gran perdedor de los petro-dinares argelinos tragados por el coronavirus
Los dirigentes del Frente Polisario deberían apretarse el cinturón para no contar más con su principal proveedor de fondos Argelia, cuya reserva de petrodólares parece casi agotada y durante largos años, por la pandemia de coronavirus combinada con la fuerte caída de los precios del oro negro en el mercado mundial.
Las arcas del régimen argelino pronto se vaciarán con la continua caída en el precio de Sahara Blend, que se vende en los últimos días por debajo de la barra de 20 dólares por barril.
El poder en Argel, que ostentan en la sombra los viejos generales del ejército, ya no tendrá que usar las ganancias inesperadas del petróleo para silenciar las demandas sociales en el país.
Lo mismo se aplicará a los fondos de las cajas negras que también fueron utilizados por los dirigentes civiles y militares argelinos para financiar su guerra contra el vecino marroquí, a quién siempre han considerado su enemigo número uno en la región del Magreb Árabe.
Estos fondos de las cajas negras también han permitido durante más de 40 años regar a su títere el Polisario para debilitar a Marruecos y hacer realidad su antiguo sueño que data de la era de la Guerra Fría, para imponer su liderazgo en el norte de África.
Ahora que el amo de los lugares se enfrenta a una crisis económica y financiera sin precedentes, el Polisario, niño mimado del régimen argelino, corre el riesgo de agonizar en cualquier momento. Basta con que los líderes de Argel decidan de cortarles el oxígeno.
Ahora, los dirigentes del Polisario no tienen otra opción que resignarse a aprovechar la oportunidad de una gran autonomía que Marruecos les ofrece en bandeja de plata, para poner fin, de una vez por todas, a la humillante e interminable prueba impuesta a miles de saharauis detenidos contra su voluntad en el campo de concentración al aire libre erigido en medio del tórrido desierto de Argelia.
De lo contrario, deberían esperar un levantamiento incontrolable de las poblaciones de los campamentos de Tinduf, cuyas condiciones de vida continúan empeorando y corren el riesgo de conducirles hacia una inevitable catástrofe humanitaria.